sábado, 31 de octubre de 2009

Arrancamos. 31 de octubre, Veracruz.










Arrancamos. Fue un día de carretera larga. No es que fueran muchos kilómetros pero hubo dos embotellamientos que me demoraron como una hora cada uno. El recorrido fue básicamente, Guanajuato y la autopista que conduce a Querétaro y después San Juan Del Río y Tepejí y de ahí estrenando la autopista México-Puebla. No es gran cosa, está buena, pero nada espectacular, ni tan bonito como el camino a las costas de Michoacán y Guerrero que siempre me gustó. Eso sí, precipicios no faltan y gasolineras le faltan todas, por lo que cuando me di cuenta que iba en reserva, me desvié en la entrada de Texcoco y por la carretera común, regresándome unos kilómetros, cargué un poco el tanque. Hice un par de escalas técnicas, muy breves, efecto mate. Lo bueno de la autopista es que ayuda a evitar pasar por Estado de México y DF, cosas que una que ya se perdió por ahí un par de veces, prefiere evitar. Esta autopista nueva es rrrre cara!!!!!
Después ocurrió el primer embotellamiento causado -finalmente me di cuenta- por un accidente, y el segundo, porque como es fin de semana largo, por el lunes día de los muertos, hay mucha gente haciendo turismo de fin de semana y se atascó en una caseta, o, diríamos en argentino, peaje. Yo aproveché estos atolladeros para prepararme unos matecitos, así que de paso le di estreno al interior del habitáculo con manchas de mate. El pantalón, verán en las fotos, es más oscuro y verdolaga que la yerba con lo que no se notarán las manchas.
En otra parte del camino, por Orizaba, estado de Veracruz, hubo una niebla impresionante que nos obligó a ir a 40 o como mucho 60 por hora. Éramos una cola de lucecitas, no se veía ni lo que se hablaba, tal como dijo Edna, antes de perderme en la niebla...
Al final llegué a Veracruz. No estoy en la playa ni de campamento, está tormentoso y garúa finito.
Después de perderme por la ciudad, populosa, animada, encontré un hotel en el centro histórico, muy barato y con lugar para meter el coche, además me dieron toalla y tiene televisión.
Ya me comí unos tacos veracruzanos y escuché un grupo en la calle tocando son cubano.

La casa con ruedas


Porque en definitiva lo que todos buscamos es “el aleph”, ese sitio de reunión de todos los puntos, de todas las direcciones posibles, esa zona de unión entre el pasado y el impredecible futuro, esa iluminación que nos ama y a su vez nos despoja, esa comprensión de que en nosotros se opera una síntesis o esa mirada que a su vez nos desnuda y nos viste, ese paisaje que contiene todos los paisajes, la montaña y el mar, los llanos y los ariscos pedregales. Ese “aleph” que es la pérdida y la total ganancia y donde las palabras llegan desnudas a su dura patria inmóvil. Recién nacidas llegan.
Porque todos somos espíritus errantes, pero algunos llegan a ese lugar, a esa casa, a esa región donde alguien o algo nos mira con amor y con piedad. Puede ser una persona o una piedra, un ángel, una estrella, puede ser a la vez todas esas cosas juntas, puede ser un niño, puede ser un corazón en ruinas, puede ser la muerte pero también puede ser el fugaz paso de Dios, la cercanía del conocimiento.
Porque nos hemos detenido en nosotros mismos y paleamos todos los días una montaña de basura y escupimos en las manos de los que dicen amarnos y no nos atrevemos a nombrar el amor y mucho menos la libertad, porque son en nosotros la parodia de lo que no quisimos perder y vendimos al mejor postor. Viajeros grises de los mercados, sacudiendo al amanecer las cenizas viejas del tabaco o el tedio.
Porque ejercimos la seducción de la palabra y después abandonamos al otro en mitad del charco de sangre, repartimos soledad y desesperanza, miedo y cobardía. Porque fuimos más claros pero a su vez más crueles, más enteros pero a su vez más frágiles, más habitados pero a su vez más desesperadamente solos.
Y porque debe haber algún sitio que se ilumine al atardecer, yo le he puesto ruedas a mi casa.
No sé si encontraré el “aleph”, pero por lo menos lo buscaré.
No sé si algún día decidiré que puedo cambiarlo por un pequeño amor inmóvil, mísero y lastimado, la aceptación resignada de que toda redención viene en parcelas menguadas y frágiles y que el dolor será mi copiloto.
Pero yo le he puesto ruedas a mi casa. Sigo el impulso más antiguo del mundo. Vivir es navegar. Todo movimiento es acechanza, pero también misterio y promesa.
Ya nadie me busca. Yo busco. La casa de desplaza y todo lo que soy y lo que tengo se desplaza con ella.
Algo. Alguien, en algún lugar, espera. Tengo que llegar con mi casa entera, como una rama encendida.
Por eso le he puesto ruedas. 31 de octubre de 2009. Un rato antes de perderme en la niebla.


viernes, 30 de octubre de 2009










Mañana es el día de largada. No hay horario. Debo recordarme la tranquilidad. Nada me presiona. No tengo que llegar al aeropuerto ni tres ni dos horas antes, ni tomar un autobús. Ahí está el camino. Las rutas, los entronques, los desvíos, el paisaje. Me gusta ver cómo cambia el paisaje a través de la ventana. Me gustan los matices y los contrastes cuando no son estáticos y aunque se repitan de vez en cuando, constantemente se renuevan como en un caleidoscopio.
El auto es la casa con ruedas. Estuve ambientando el habitáculo con aquellas cosas sencillas que vengo recogiendo desde hace muchos años en diferentes lugares del mundo. No viajo sola. Ahí el turquito Hassan, la familia de Coco, Pinochio, el duende del árbol, la virgencita de la Noni, el espíritu de Michel, y sobre todo, todas las buenas ondas de ustedes que me acompañan con el pensamiento. Demás está recordarles, que si en algún momento de lo que dure esta travesía alguien quisiera acompañar además con su presencia, Don Bombo le hará un hueco.
Así está quedando la cosa a pocas horas de dar arranque.

lunes, 19 de octubre de 2009


(foto: Playa Azul, Michoacán, México. Ahora tengo otra patente)

Les presento a la burbuja colorada revolucionaria. Con ella partiré de Guanajuato, México, con rumbo al sur y sin destino fijo. La intención es llegar a San Pedro, Argentina. ¿Se la bancará?
Cada vez falta menos, a veces es una fatalidad, en mi caso estoy llegando al borde de la alegría extrema. El 31 de octubre suelto amarras, despliego las velas, meto cambio y allá vamos, espero entender el lenguaje del viento.
Hoy se fue la burbuja al taller, a revisar todo, ruedas, dirección, alineación, balanceo, frenos, balatas, cambios y niveles de líquidos, aceites, lubricantes, grasas. La burbuja se estremece. ¿Qué me van a hacer? Al final se entrega como novata jovenzuela en el estilista y que le pongan los ruleros, la crema enjuague, le hagan el brushing. Después vendrá la decoración.
Puesto que durante meses será mi casa, necesito ambientar la cabina, vendrá lo típico de las que han sido alguna vez mis casas, colgarejos, cachivaches, máscaras, antifaces, campanitas, la bolsita con el pan y el puñado de sal. La bandera Argentina.
En breve pongo imágenes de la casa a estrenar y más noticias de cómo va todo. El viaje está empezando mi gente. Lo veo en los mapas desplegados sobre mi cama, en la mesa, en el piso. Por ahora las rutas son líneas más o menos delgadas, de diferentes colores y sinuosidad. Yo ya veo en ellas, deslizarse un puntito rojo.